”Hola me llamo Pedro y soy arquitecto”, ¿Cuántas veces al presentarnos ante alguien lo primerito que sale de nuestros labios es algo así? A veces hasta nos definimos por lo que tenemos, “Hola, soy Eduardo y tengo cuarenta años y dos hijos”. Por no mencionar el poco favor que están haciendo los medios publicitarios con sus campañas para que nos identifiquemos con sus marcas y productos. No es raro escuchar “Yo es que soy de más de Apple que de Samsung”, o “de Coca Cola más que de Pepsi”, o de “BMW más que de Audi”.
“No somos lo que hacemos ni lo que tenemos”, entonces ¿por qué nos encanta colgarnos al cuello tantas etiquetas? Etiquetas que nos adornan cual abalorios, collares o medallas, etiquetas que cuentan nuestra vida, lo que nos gusta, lo que hacemos, lo que tenemos y que lucimos orgullosos allá por donde vamos, en vivo y en directo, e incluso on-line en Facebook, en twitter y mil medios más. Junto a estas etiquetas autoimpuestas están las que nos cuelgan los demás. Vamos, que somos un puesto de bisutería ambulante.
¿Dónde quedan entonces nuestras verdaderas cualidades? Esas que sí que nos definen como persona, esas que encajan a la perfección con el “YO SOY”, esas que no necesitan de pegamento o cinta para colgar del cuello porque no son etiquetas sino que forman parte de mí, de mi esencia. Esas que habitan en mí y que pueden ser más o menos visibles en función del momento y la situación pero que me constituyen y forman mi Ser.
Hace poco una amiga me recordó algo que por obvio tenía casi olvidado. Y es que estas cualidades tienen la cualidad, valga la redundancia, de existir en nosotros solo en grado positivo. Es decir, cualidades como generosidad, valor, ternura, sinceridad, simpatía, responsabilidad, lealtad y muchas otras… habitan en nuestro interior en un mayor o menor grado de desarrollo. Y creo que no hacemos ningún bien al etiquetar como egoísta, miedoso, mentiroso al que en un momento dado no manifiesta la correspondiente cualidad de generosidad, valentía o sinceridad. ¿Quién soy yo para decir que no tiene esa cualidad?, ¿Quién soy yo para saber si mañana la manifestará, o la manifestó ayer mismo?
Etiquetar, por otro lado, nos frena, nos limita el deseo de crecimiento y superación. Cuando nos etiquetan es como si nos clasificaran y nos metieran en un cajón de donde tenemos que hacer verdaderos méritos y esfuerzos por salir. Si me cuelgan la etiqueta de “impuntual” es como si ya me quitaran el derecho a llegar a tiempo a los sitios. ¡Figúrate!
Desde esta reflexión os invito a cuidar el lenguaje con los demás, pero también con nosotros mismos. A despojarnos de etiquetas que llevamos puestas desde niños. ¿Os acordáis del dicho “mata un perro y te llamarán mataperros”? Defendamos nuestro derecho a no matar más perros, a no manifestar lo que dicen nuestras etiquetas. Yo elijo. Y a cambio vamos a darnos el lujazo de crecer y desarrollar en nosotros cualquier cualidad que nos plazca. A dejar que fluyan desde
nuestro interior y permitirnos Ser de verdad. Y si decido colgarme algo al cuello que sea una etiqueta positiva que me honre y me enorgullezca, merecida y luchada, que brille entre mis abalorios como la cualidad universal que es.
Mabú.