Vivimos en la era de las comunicaciones, disfrutamos de todas las tecnologías habidas y por haber. Podemos hablar con un familiar, colega o amigo que vive en el otro extremo del globo mientras conducimos al trabajo, usamos nuestro portátil mientras volamos en un avión, consultamos la actualidad cuando nos ejercitamos en el gym e incluso podemos enviar las fotos del finde a un grupo de amigos mientras vamos en el autobús. Es más, ya ni esperamos el autobús pues bajamos a la parada cuando nuestra aplicación del móvil nos dice que quedan tres minutos para que pase. ¡Es fantástico!
El tiempo es sin duda el recurso más preciado en nuestros días, y por ello ahorrar tiempo se ha convertido en el objetivo de todos los avances tecnológicos. Y si la tendencia es ir en esa dirección, ¿cómo es que tenemos la sensación angustiosa de que no nos da la vida?: “Uy, no puedo estoy muy liado”, “Si tuviera más tiempo me apuntaría a esto y a lo otro”, “Últimamente no leo nada, me falta tiempo”…
¿Dónde está ese tiempo que antes empleábamos en llamar a nuestros amigos para saber de ellos o por sus cumpleaños? O ese tiempo que usábamos para leer los periódicos y revistas o ver los telediarios, o para ir a la biblioteca a consultar un libro, o para hacer cola ante un organismo oficial… Si el tiempo es oro debe haber alguien que se está haciendo rico rapiñando el que ahorramos unos y otros gracias al progreso y que no invertimos en mejorar las relaciones familiares, en cultivar las amistades, en pensar y leer para culturizarnos y aprender. En definitiva ese tiempo que no usamos para crecer como personas, hacer lo que nos gusta y llevar una vida más plena y feliz.
Ladrones de tiempo, me gusta esta expresión, pero… ¿los tenemos identificados? Supongo que cada uno tenemos los nuestros, pero… ¿Me he parado a ver cuáles son mis ladrones de tiempo? ¡Ah! claro, es que no tengo tiempo para pararme a observar y pensar en qué se me va el tiempo, es que, últimamente no me da la vida.
Y digo yo, ¿qué tal si, en un acto loco de generosidad, empezamos por regalamos unos cuantos minutos diarios de esos que ahorramos gracias a internet, por ejemplo, para pensar y reflexionar? Para ver cómo distribuimos nuestro tiempo. Y… ¿qué tal si convertimos este regalo en un hábito en nuestras rutinas?, ¿qué tal si poco a poco vamos invirtiendo esos ahorrillos de tiempo en lecturas, compromisos, personas, proyectos y en definitiva tiempo que nos nutra como personas?
Ahí lo dejo, no quiero robaros más de vuestro valioso tiempo, ¡faltaría más!, simplemente os animo a probar, libremente, cada uno cómo, cuándo y donde quiera. Estoy casi segura de que algún cambio en nuestra calidad de vida notaremos y puede que hasta logremos mantener a raya a algún ladrón de tiempo.
Mabú.