Las personas sí cambian

No sabría decir cuántas veces he oído en mi vida la expresión la gente no cambia. Muchas, eso seguro. En general tengo la sensación de que es como un mantra que se repite una y otra vez como parte de la sabiduría popular.  Y no solo la oímos sino que se corrobora cuando nos encontramos con alguien que hace tiempo que no vemos y sentenciamos no ha cambiado, está como siempre. Y se vuelve a confirmar cuando vemos en los demás o en nosotros mismos que los comportamientos se repiten una y otra vez al son de los mismos tambores. Y tanto corroborar terminamos impregnando nuestras células de esta idea y la vamos soltando por ahí a diestro y siniestro contribuyendo a que la idea se perpetúe. Claro, así no hay quien se plantee cambiar nada.

Reconozco que es difícil rebatirla porque los elementos están muy en contra, pero voy a exponer aquí algunas ideas a ver si alguien se anima a cuestionarla.

Antes de empezar a desgranar mi opinión sobre este tema tengamos presente que la gente somos todos. Lo aclaro porque esta frasecita tan estupenda parece que habla de los demás como de esos pobres de ahí fuera que ¡oye, es que no cambian! No amigos, esta frase nos incumbe a todos. Si yo pienso que la gente no cambia, obviamente estoy pensando que yo tampoco puedo cambiar. ¿Y dónde me deja eso? Posiblemente en la inmovilidad y en el típico si es que yo soy así. Buf, que hartura oír esa cantinela.

Analicemos qué ocurre cuando tenemos esta idea, desde distintas perspectivas.

Y para que sea más fácil, elijamos un ejemplo de nuestra vida en la que desearíamos que una persona o incluso yo, cambiara algún aspecto. En esa situación nuestra mente buscará como un sabueso todas las evidencias que demuestren que esa idea es correcta, nos las traerá en bandeja y le daremos su premio. Buen chico, se llevará una palmadita y se irá moviendo el rabo tan contento. Se ha cumplido el proceso. Le pedimos que traiga pruebas que sostengan mi idea de que la gente no cambia y él, muy diligente, hace su trabajo.

En otro plano veamos qué ocurre con nuestras emociones en ese mismo ejemplo. Cada uno tendrá las suyas. Particularmente mis emociones son todo un poema y pueden variar entre tristeza y miedo y en muchas ocasiones, rabia. O una mezcolanza de ellas.  En cualquier caso son emociones que me llevan a sentir una desesperanza que se aviva con la ayuda de pensamientos en torno a la misma idea; si ya lo decía mi madre, por mucho que queramos la gente no cambia, fulanito va a ser así hasta que se muera el pobre… para dar vueltas de tuerca y meternos en el fango mental, somos unos especialistas.

Estos pensamientos y emociones nos dejarán anclados en un tipo de acciones. Difícilmente podremos hacer las cosas de un modo distinto si nuestras células nos están gritando que no podemos cambiar. Así, será difícil que ni siquiera nos plateemos el cambio. Y si nos lo planteamos  es fácil que abandonemos al primer escollo, total, quién ha dicho que las personas sí pueden cambiar.

A mí me da que en todo este asunto hay un poco de yo te salvo, tú me salvas. A ver si me explico. Si yo creo que tú no puedes cambiar porque eres así, habrá que apechugar contigo. Aunque claro siempre hay otras opciones como mandarte al cuerno, por ejemplo. Y de alguna manera implica que a mí también me vas a salvar. Tendrás que apechugar con mis cositas. O mandarme a dónde te parezca oportuno. Porque total, no podemos cambiar. Sin embargo, yo defiendo que esto no es necesariamente así, que podemos cambiar y que desde luego merece la pena el esfuerzo que hagamos, no solo con respecto a nosotros mismos, sino con respecto a los demás. Pensar que estamos aquí para ser cada día mejores personas ayuda a sostener esta premisa. No se trata pues, de salvarnos unos a otros o de mandarnos lejos, sino de remangarnos y trabajar.

En este momento de la reflexión alguien me podría preguntar. ¿Y por qué razón tendría yo que cambiar nada? Pregunta interesante. Efectivamente, no se trata de cambiar por cambiar, se trata de ver qué no funciona del todo como a ti te gustaría y plantearte si acaso hay algún aspecto de ti que puedes cambiar para que eso funcione mejor. O tal vez estás tratando de lograr algo que otra persona sí logra y es necesario que cambies algo para alcanzar ese objetivo. O quizá la necesidad de cambio no te llega por una reflexión personal sino que hay algún alma caritativa que te muestra una situación que podrías mejorar. Bendita sea. Sea como sea, creo que el primer paso es darnos cuenta de qué es eso que necesitamos cambiar para mejorar nuestra vida. Y de la mano de esa toma de conciencia, la convicción de que sí es posible el cambio.

Para ayudar un poco, imaginemos que nos inoculamos la idea de que las personas sí cambian y dejamos que se extienda. ¿Qué ocurriría en este caso? Algo muy distinto. El sabueso buscaría cualquier muestra de cambio por pequeño que fuera y se lo traería orgulloso. Nuestras emociones estarían más cerca de la alegría. Sentiríamos esperanza y confianza. Este nuevo estado mental y emocional nos permitiría actuar de un modo distinto. Si estamos convencidos de que otra persona puede cambiar un comportamiento, todo nuestro ser se podría poner a su servicio. Nuestro lenguaje, emociones y acciones le acompañarían en el camino. Y lo mismo ocurriría si se trata de cambiar algo de nosotros mismos.

cambioSi alguien se encuentra en la maravillosa situación de querer cambiar algo y además cree que puede, le pediría que tuviera en cuenta una cosilla nada despreciable. Llevas pensando-sintiendo-haciendo lo mismo durante ¿cuántos años, 20, 30, 40, 50 o incluso más? Estupendo, pues enhorabuena por darte cuenta y enhorabuena por querer cambiar. Nunca es tarde. Eso en sí mismo es un triunfo.  Piensa que tantos años tienen un pequeño coste y es que la fuerza de la costumbre hace que nuestras reacciones sean muy automáticas y cuando queremos cambiar algo esa fuerza sea como un mamut, difícil de parar. Tener esto en cuenta es fundamental para no desanimarte…es que mira que lo intento y no hay forma, sigo haciendo lo mismo… no querido amigo, no. Error. Te va a ocurrir, así que más vale que estés preparado, lo entiendas y lo aceptes. Y claro que te va a costar. Esto no es gratis. Manejar ese mamut requiere esfuerzo.  La cuestión es si estás dispuesto a levantarte cuantas veces sea necesario.

El proceso de cambio conviene hacerlo al trantán. No sirve de mucho querer correr. Correr cuando hemos visto el tamaño del mamut y su tendencia a ir por libre, hasta que consigamos domarle, es de poco listos, por no decir de tontos.  No nos sorprendamos si un día alcanzamos una cima y al día siguiente nos estrellamos contra ella cuán largos somos. La desesperación, el juicio feroz y el látigo vamos a ver si los dejamos bajo llave, no vayamos a sentir la tentación de usarlos. En su lugar usemos otras habilidades mucho más útiles. Observación, análisis y aprendizaje. Mucho más efectivos. Lo bueno es que en poco tiempo nos encontraremos en la misma situación y tendremos la oportunidad de practicar eso que hemos aprendido. Apasionante.

Y qué tal si nos mimamos en el camino. Darnos un poco de bálsamo o dárselo al de al lado cuando vemos que lo está intentando consuela y alienta a seguir. El caso es ir aprendiendo y mejorando poco a poco.  Y cuando triunfamos, premios, muchos premios que dicen que ayuda a generar comportamientos nuevos.

Para los intrépidos que se atreven a cambiar tengo unas palabras. Sois unos tipos grandes. Habéis tenido la humildad de miraros al espejo y ver que algo es mejorable. Habéis dejado la soberbia de lado al pensar que sois vosotros mismos los que necesitáis cambiar para que vuestro mundo mejore. Sois un ejemplo para otras personas que quizá no lo tengan tan claro. Habéis sacado de vuestro baúl un paquete lleno de perseverancia porque sabéis que la vais a necesitar. Y casi por encima de todo sois personas que cuentan con algo fundamental: toneladas de sentido del humor. Sois de esos que dicen no me creo que haya vuelto a tropezar con una carcajada que suena bien alto y sin complejos. Y con el mismo desparpajo y las mismas risas se dicen venga, va, mañana más y mejor.

Las personas sí cambian. Es cuestión de poner foco, ganas y esfuerzo, como casi todas las cosas que merecen la pena en la vida.

 Ana

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s