No sé muy bien que me pasa con la expresión “hay que huir de las personas tóxicas”. Llevo un tiempo escuchándola y si bien al principio compré la idea con lazo incluido, ahora no lo tengo tan claro, algo me cruje por dentro.
Al oírla, mi primate visceral y espontáneo asiente con la cabeza y me dice claro, claro y cuanto más lejos huyas, mejor. Y casi al mismo tiempo el mismito primate me dice, hey para quieta, a dónde te crees que vas, por qué tanta prisa. Total, que menudo lío tengo. El caso es que he decidido darle una pensadita a ver a dónde llego.
Vamos por partes. Me voy a aliar primero con el que me susurra que ponga tierra de por medio. Es un tipo listo. Me da razones convincentes a modo diccionario….persona tóxica: dícese de aquella que adolece de vicios emocionales; negatividad, exceso de queja, victimismo a espuertas, dramatización, manipulación, culpabilización y seguro que alguno más que no recuerda. O sea, la típica persona que deja mal cuerpo, que poquito a poco drena la energía hasta dejarla temblando. La que consigue que un día con nubes y claros se convierta en un día con nubarrones. Y es que la fuerza emocional con la que irrumpe es muy contagiosa.
Y ahora cambio de tercio y escucho a mi primate amable. Ese que me susurra algo muy distinto. Me dice ¿qué es eso de una persona tóxica? Menuda palabra más cruel para referirse a una persona. Así, así de literal. Y claro, se me queda el cuerpo petrificado, me revuelvo en la silla inquieta. Entonces empiezo a preguntarme qué hace que una persona se merezca tal calificativo. Y sin querer aterrizo en su entorno, en sus referentes. En esas personas que le enseñaron a caminar. Quizá eran parecidas. O tal vez ha acumulado experiencias difíciles en su vida que han logrado cambiar la mirada alegre de niño, por la dolida del adulto. O puede que busquen reconocimiento de los demás con ese personaje gris. ¡¡Yo qué sé!! Lo que sí tengo claro es que uno no va al súper de la esquina y decide comprar cuarto y mitad de toxicidad, así, para empezar bien el día. Y apuesto a que no tienen ni la menor idea de la estela que van dejando.
Por tanto qué hacer, ¿huir o permanecer? Como no se me ilumina ninguna bombilla decido tomar otro camino para ver que se cuece por mis adentros. Y lo que se cuece es digno de analizar. Por un lado veo que ante una persona tóxica mi cola de pavo real se despliega con todos sus colores y deja claro que yo, ni soy tóxica ni quiero tener nada que ver con esos pobres infelices. Y me retiro de la partida no vaya a ser que me inunden y me fastidien el día. Aha, ahí nos vemos las caras. Pensamiento y actitud un tantico egoístas. A ver si el tema va a tener que ver con cómo me encuentre yo emocionalmente. Si estoy a medio gas es muy posible que no solo me invadan y hasta me secuestren sino que además compre a precio de oro la toxicidad y la reparta generosamente. Ahora, si estoy feliz, a mi no me contagia ni el Tato. Puede que el camino más efectivo tenga que ver con cuidar, alimentar y nutrir las emociones más positivas, las que nos hacen estar a tope y nos ayudan a contrarrestar las otras. Otra podría ser, además, abrir los ojos propios y ajenos para darnos cuenta de dónde estamos y qué emociones vamos desparramando por ahí.
Llegando al final de mi reflexión sobre este tema me asalta una pregunta incómoda. ¿Y si yo misma he sido uno de ellos? ¡Socorro! no, no, no. Yo no. Pero la pregunta insiste y no me queda más remedio que contestar. Siendo honesta creo que la respuesta es sí. Seguro que he derramado cierta toxicidad en algún momento de mi vida. La reflexión sobre mí misma me hace pensar que igual los tóxicos no lo son sino que están pasando por una etapa tóxica, por decirlo de alguna manera, o simplemente la ejercitan en ciertas circunstancias. Animo a que cada cual se mire con un poco de espíritu crítico a ver qué descubre.
Ojalá los que tienen excedentes de emociones positivas influyeran en los que están bajo mínimos. Ojalá los que lo ven claro sean espejo de los que no lo ven ni de lejos. Ojalá seamos un poquito más comprensivos con los que están ahí en ese vicio tan dañino, sobre todo para ellos mismos. Ojalá seamos capaces de influir positivamente.
Ana