Desde pequeña traje a mis padres por la calle de la amargura con mi falta de apetito y mis manías con las comidas. De adolescente empezaron las digestiones largas, pesadas y con ardores de estómago. Todo eso pasó. Y hoy traigo ese recuerdo a mi vida tras haber digerido una experiencia contundente, pesada, dura pero a la vez deliciosa. Como pasa con esos guisos de toda la vida que nos metemos entre pecho y espalda de vez en cuando.
Mi experiencia dibujando sonrisas tuvo lugar este verano en el Hogar Teresa de los Andes de Bolivia.
Su digestión creo que terminará con este post, el cual lleva dando vueltas dentro mí casi mes y medio. Y tras la digestión, espero que llegue el nutrirme de todo lo vivenciado en esas intensas y emotivas semanas. Vamos a ello…
Mis primeros días en el Hogar anduve a merced del viento, sin vela y sin timón, de un lado para otro en un estado de bloqueo que, para una mente activa, analítica y organizada como la mía me producía sensación de vértigo y mareo. Seguramente la austeridad de las condiciones en las que estábamos y que reinaban a mi alrededor junto con los jugos, sopas y guisos de res también tenían algo que ver con esa indisposición o mal cuerpo.
Una vez más tuve que mandar callar a esta cabecita mía y sacar partido a todo ese lado emocional que a veces se me hace de rogar, se protege con una coraza por purito miedo a ser herido y parece que se avergüenza de asomar el hocico. ¡¡Que la mente se ocupe!! Hacemos esto, y luego esto…compramos esto… y luego lo otro. He de decir que en este caso el panorama de los pabellones no era para menos.¡¡ Había tanto por hacer!!
Sin embargo en medio de ese caos y desorden tan difícil de organizar, las cosas funcionaban, llevaban el ritmo del “ahorita” que reina en Bolivia pero marchaban. Era cuestión de meterse en la corriente, dejarse llevar y escuchar solamente el ritmo de tu corazón. Sin cuestionarnos qué, como, y cuando desayunan los chicos, ni cómo están las sábanas o el olor que se respira en las habitaciones. Cuando toca baño, bañamos. Cuando toca fregar, fregamos. Con la sabiduría del corazón que sabe abrazar cuando toca, sonreir cuando toca y acariciar cuando toca.
Y así, con la emoción a flor de piel, ligerita y sin corazas mentales, empecé a tener una nueva percepción de esa realidad en la que estaba inmersa. Inconscientemente dejé de ver aquello que me incomodaba para llevar mi atención y mi emoción a gestos, palabras, anécdotas y detalles que me sorprendían y llenaban de admiración.
Me llegaban de todos lados, de los ojos de los chicos a los que bañábamos y dábamos de comer, Menacho, Marcial, Clarita… De las miradas agradecidas de las cuidadoras Eli y Elsa. Del gesto rígido pero deseoso de conversación del profesor Jorge, o de los brillantes ojos de Justina en el taller de tejer. De la dulzura y sabiduría de mi profe favorita Rossy, de la risa tímida de David, y otros niños de la unidad educativa o del ritmo caribeño de José y Reinaldo al bailar el “Despacito”. Mi atención volaba detrás de los chicos paceños voluntarios del colegio Amor de Dios que con solo 17 y 18 años se desvivían por atender a los chicos con una actitud que me conmovía hasta hacerme estremecer.
¡Qué importante es saber dirigir la atención a aquello que nos sale del corazón y no a los prejuicios, ideas y opiniones que albergamos en la mente!
¿Qué sentido tiene la existencia de estos chicos sin familia, la mayoría totalmente dependientes cuyo día a día está lleno soledad y dolor?, y ¿qué puedo aportarles yo en sólo dos míseras semanas de mi verano? Pregunta mi mente indignada, arrogante y ansiosa por hacerlo y saberlo todo. Y después de unos cuantos días mi corazón responde condescendiente…
Amiga mía, estos chicos están aquí y ahora por y para ti, para que tú los veas, para que tú los admires, para que comprendas que:
*Son modelo de aceptación de la realidad, su realidad, la que les ha tocado vivir y contra la que no pierden el tiempo en rebelarse porque no pueden vivir más que la suya.
*Son modelo de presencia, pues viven en presente día a día, disfrutan o sufren cada momento plenamente, no se enganchan en pasados ni en futuros.
*Son modelo de esfuerzo y superación, no se quejan, si hay algo que pueden hacer lo hacen y punto, con toda su energía, atención e intención.
*Son modelo de agradecimiento pues con bien
poquito te regalan la mejor de sus sonrisas.
Un día antes de dejar el Hogar el equipo de voluntarios de Ayuda en Acción nos planteamos cuál había sido nuestra labor con esos niños, y no tan niños, discapacitados y sin familia con los que habíamos convivido. Proyectos, ideas, planes, talleres, actividades…todo se difuminaba y disipaba como una mancha de agua dulce en un mar de necesidades básicas que cubrir y entre las que el afecto y compañía eran las más urgentes. Y de ahí surgió de forma espontánea nuestro lema “Dibujando Sonrisas”.
Dibujamos sonrisas, si, muchas, e hicimos su presente un poquito más amable. Porque creo que la sonrisa es la puerta de acceso al corazón de las personas. Y solo cuando yo abrí sin miedo el mío pude darme cuenta del sentido de la existencia de estos chicos, de todo lo que nos enseñan con su vida. Por no decir todo lo que mis compañeros, dibujantes de sonrisas, me estaban mostrando día a día. Cada uno a su manera, con su estilo, todos han sido una gran inspiración para mí en esta aventura,
Bea Alonso con su sencillez y espontaneidad
Bea Varela con su entrega y disponibilidad
Rafa con su inmensa generosidad y energía
Raquel con su profesionalidad y alegría
Rafa jr con su eterna sonrisa y buen humor
Miriam con su dulzura y valentía
Gracias equipo, me ha costado mucho poner en palabras todo lo sentido y vivido este verano. Pero ahora que acabó mi digestión, voy a sacar buen provecho de lo aprendido.
Mabú.
Si queréis leer más sobre esta apasionante experiencia del equipo de Voluntarios a Terreno de Ayuda en Acción en Bolivia os recomiendo,
Debe de ser la cuarta vez que lo leo y las cuatro me he emocionado. Cuánta razón hay en tus palabras, cuánta sabiduría una vez superado el difícil trago inicial.
Por seguir con tu metáfora de la digestión, te diría que efectivamente ha acabado, pero un parásito se ha quedado alojado en nuestros estómagos. Está ahí, latente, de vez en cuando aflorará y nos recordará a esos chicos, o sus sonrisas, o nos moverá para sacarnos de nuestro área de confort y entregarnos de nuevo de modo desinteresado a los demás.
Te ha faltado una dedicatoria: a Mabú, por su empatía, sus habilidades emocionales, su fortaleza, su entereza. Por haber sido la referencia que logró que extrajera todo el jugo a esta maravillosa experiencia.
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Qué bonito Mabú… Aunque llego tarde con este comentario, que también tenía pendiente, la verdad es que releer lo que has escrito me ha devuelto a esa experiencia que aunque ahora parece lejana, no se va a olvidar nunca. Quería agradeceros a todos vuestra entrega y dedicación a los «niños/as» y a todos los trabajadores del Hogar, con los que tanto habéis empatizado y a los que tanto habéis aportado. Tanto vuestra familia como Bea habéis dejado huella en sus corazones y seguro que, aunque vivan como dices en el presente, esas sonrisas que hemos dibujado quedarán en su recuerdo. Es por gente como vosotros/as que su vida, tan dura como es, tiene momentos de felicidad. Así que gracias por escribir este texto tan bonito y por todo lo que habéis hecho. De todas formas, sí tengo que ponerle un «pero», y es que has hecho una breve descripción de todos nosotros, pero no de ti ;). Así que, con tu permiso, me gustaría acabar añadiéndola. «Mabú: con su gran dedicación, diligencia y proactividad». GRACIAS A TOD@S!! B2+R2+M2 🙂
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Una experiencia impactante, enriquecedora,retante,conmovedora, satisfactoria. Me acerco desde tus palabras, habladas y ahora escritas, a lo que han debido ser esas semanas que siguen muy presentes en tu vida. Enhorabuena por tu coraje y gracias por compartirlo.
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